Construir una sociedad inclusiva es nuestro gran reto. Una sociedad donde nadie quede atrás y donde las personas tengan los recursos necesarios para poder desarrollar su proyecto de vida. Ese ha de ser el camino irrenunciable que entre todos y todas hemos de construir.

 

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas es algo más que una hoja de ruta o un plan estratégico, es ante todo un compromiso moral construido desde la participación y el trabajo de muchas personas que ponen en el centro de todas las acciones la necesidad de trabajar por una economía ética para sociedad inclusivas con respeto al medio ambiente.

 

Por ese motivo, hemos de tener una visión holística y poner a las personas no solo como sujetos de derechos, sino como protagonistas de una prosperidad compartida y construida entre todos los agentes sociales y económicos. Necesitamos del aporte de todos en una visión compartida de un desarrollo sostenible.

 

La Agenda 2030 es ante todo una visión de transformación que pone en interrelación todas y cada una de las capacidades de las personas y las instituciones para construir desde una acción holística sociedades inclusivas. Por ello, la discapacidad no puede ser vista solamente desde una perspectiva de asistencia, sino como una acción coordinada que permita que las personas puedan desarrollar sus capacidades y proyecto de vida.

 

La educación es una palanca de cambio, pero además es la fuerza motora de transformación, por ello hemos de garantizar el acceso justo e igualitario de todas las personas para así acabar con las discriminaciones que puedan surgir por las diferentes capacidades de las personas. Sin una formación adecuada el acceso a un trabajo digno queda mermado y por lo tanto es necesario garantizar el mismo a aquellas personas que por su discapacidad tienen mayor dificultad de acceder al mercado de trabajo.

 

La lucha contra la desigualdad nos lleva a entender que todas nuestras actuaciones han de ir encaminadas a promover la inclusión social de todas las personas, una sociedad no es inclusiva sino tiene la justicia social y la lucha contra todo tipo de discriminación en el frontispicio de su acción. En este sentido, el entorno físico y social de las ciudades ha de estar configurado desde una visión de calidad urbana que tenga en cuenta a todas las personas, sus capacidades, limitaciones y necesidades para que cualquier persona no vea mermados sus derechos por un entorno físico discriminante.

 

Esta es la tarea, una sociedad inclusiva para todos y todas que solo será posible a través de la creación de alianzas para un desarrollo sostenible que no deje nadie atrás. Por ello, las empresas son un actor primordial que ha de permitir el establecimiento de una prosperidad económica y social donde las personas.

 

Tenemos por delante el reto de no dejar a nadie atrás, de entender que todas las personas aportan con su trabajo y acción a un desarrollo sostenible inclusivo. 

 

(*) Texto del prólogo del libro “ODS y Discapaicdad. Plan de trabajo”, de Miguel Laloma García, de próxima publicación por el CERMI Estatal